Mientras las fuerzas armadas y la policía desarticulaban la insurrección del 8 de enero en Brasilia y encarcelaban a más de 1000 alborotadores, los rumores se disparaban en Brasil. Como era de esperar, los simpatizantes del derrotado presidente Jair Bolsonaro estaban convencidos de que los vándalos eran las víctimas. Las redes sociales y los grupos de mensajería privada se llenaron de historias de atroces abusos policiales, detenciones... + Leer noticia completa
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