Parecía cosa del destino: irremediablemente todos sus hijos fallecían cuando estaban por cumplir los 33 años; de nada servían los consuelos de las amistades y los parientes con las cantaletas que reiteraban “es una bendición porque es la edad de Cristo” o las especulaciones que calculaban “es un número propio y natural de las ecuaciones más especiales”; porque a Humberta Osorio le valía un rábano la religión o la numerología,... + Leer noticia completa
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