Nazaria Magdalena no imaginó el rumbo que iba a tomar el país cuando notó un brillo especial en la gente que pasaba por la calle, se trataba de una especie de resplandor amarillo que les envolvía de pies a cabeza y que iba y venía como si se tratase de un aura ondulada. La mujer, que en ese instante barría el portón de su calle, se santiguó; lo hizo como en su momento le enseñó su tatarabuela a su bisabuela, y ésta a su abuela y... + Leer noticia completa
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