Entre 1932 y 1935, sostuvimos una guerra fratricida con la hermana república de Paraguay, que nunca debió haber ocurrido y que dejó como luctuoso saldo —según revela el historiador y diplomático chuquisaqueño Roberto Querejazu Calvo, en su portentosa obra Masamaclay— 50 mil bolivianos muertos. Se escribieron, en aquella dolorosa conflagración por problemas limítrofes, páginas épicas como la defensa del cercado Fortín Boquerón, un... + Leer noticia completa
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