Daniel vendía paraguas en una ciudad en la que nunca llovía, ni hacía demasiado sol. Mala inversión, dirían algunos. Lo que no sabían es que Daniel, quien era muy hábil, conocía sobre los misterios de las expectativas y su rol en las decisiones económicas. Él no necesitaba de una lluvia real o de un sol intenso, no. Él solo necesitaba que las personas creyeran que iba a llover o que habría un sol abrasador. ¿Cómo? Si las personas... + Leer noticia completa
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