Guillermina deja las bolsas del supermercado sobre la mesa y con urgencia saca una ciruela, la lava y le da una mordida, el jugo se le escurre por la comisura de los labios. Cierra los ojos y saborea lentamente su dulzura mientras agradece a las manos que la cuidaron desde que la semilla del árbol fue plantada. Desde niña sus abuelos campesinos le enseñaron a agradecer el trabajo que realizan quienes cultivan la tierra. Originaria de... + Leer noticia completa
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