Tomó su viejo cuaderno, aquel que ya estaba cuarteado por las hojas amarillas y por los mordiscos mal disimulados de las polillas pardas que solían visitarlo. Levantó un viejo lápiz y anotó: “Entonces sintió que por el rostro le bajaba una gota caliente, no pensó que aquella era la marca de la muerte inminente, del abismo insondable, tampoco sintió dolor, porque todo fue un instante, un momento miserable en el que todo parecía... + Leer noticia completa
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