Al cruzar por las arterias y venas de la capital francesa la piel se eriza y el corazón remonta vuelo, cual un moderno dron, por plazas, parques, avenidas, monumentos y cuanto paraje existe por allá. Todo luce esplendoroso, la luminosidad que París despliega al desperezarse el día y la vista del gentío, a paso apresurado, caminando en dirección a su fuente laboral o empresa propia, o ajena, convoca la atención del simple observador. En... + Leer noticia completa
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