Tus niños no tienen la culpa del mal día que tuviste. Tus niños no tienen la culpa de los problemas con tu pareja. Tus niños no tienen la culpa de tus frustraciones, ni los malos ratos en tu trabajo. Tus niños no tienen la culpa de tu impaciencia y mal humor. No tienen la culpa de tu día a día a prisas, de tus gritos y tu falta de calma. Tus hijos no tienen la culpa de las heridas de tu infancia, de tus penas, de tus miedos. De tu... + Leer noticia completa
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