Al volante de su tranvía rojo oxidado, Elena Sabirova pasa junto a una barricada y sacude la cabeza al pensar en el triste destino de Kiev desde que las fuerzas rusas invadieron Ucrania. A su derecha, un grupo de soldados controla los coches, buscando armas o explosivos. A su izquierda, un rascacielos con balcones y ventanas reventados por un misil apenas unas noches después de que Rusia invadiera Ucrania el 24 de febrero. Y detrás de ella,... + Leer noticia completa
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