Cuando la recurrente polarización política boliviana se da a la tarea de descalificar al adversario político, tiende a utilizar la militancia ideológica como insulto: “masillama”, “pitimula”, etc. En el caso de movimientos que no se encasillan en uno u otro lado, el poder usa intrigas, prejuicios y estereotipos referidos a lo que tratan de adivinar de la vida privada de las/os activistas desde el típico e hipócrita moralismo... + Leer noticia completa
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