Cuando estaba en el segundo trimestre de la carrera de Sociología, en la Universidad Autónoma Metropolitana en Ciudad de México, tuve un profesor anarquista, maravilloso. Entre otras cosas, al final del curso nos invitó a que nos autoevaluáramos. Lo hice, con cierto pudor, acostumbrado a ser sujeto de evaluación propio del colegio jesuita en el que había estudiado. Al principio no entendí de qué se trataba, tuve que digerir con... + Leer noticia completa
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