Desde 1982, año del restablecimiento de la democracia en Bolivia, los políticos, o quienes presumieron de tales, estuvieron inmersos en el ajetreo electoralista permanente. Unos con el afán de perpetuarse en el Poder y otros desesperados por trepar a la cúspide de la administración pública. No hubo pausa ni descanso con ese propósito. Menos para invocar la paz social que promueve producción y desarrollo. Se impuso la confrontación que... + Leer noticia completa
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