Al mirar a Omar Fuertes en el escenario, no era él a quien se observaba sino al personaje que, a través de sus gestos, voz y rostro personificaba. Era tanta la pasión y la fuerza que él transmitía en esas presentaciones que, automáticamente, el espectador viajaba y se hacía testigo de esa vivencia o, mejor dicho, se empapaba de espíritu, ese que vibra dentro del Pequeño Teatro, su escuela, su familia. La vida misma transcurría en... + Leer noticia completa
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