Las circunstancias que habían de darle el golpe fatal a la poca fe que aún tenía Ramón Aruquipa, llegaron al amparo de una obligación inesperada y aburrida. Por aquel tiempo él solía discutir a la sombra de los árboles por la escasa confianza con la que sus compadres hablaban del país y de sus instituciones. —¡Lo que pasa es que ustedes no creen en su patria! solía reclamar. —¿Cómo puedes aún confiar en estos maleantes? le... + Leer noticia completa
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