Cuando era niña, existía la fuerte tradición casi obligación- de apelar al Santoral para bautizar a un nuevo cristianito. El sacerdote verificaba la fecha, y como Padre Oficiante simplemente ponía uno de los nombres indicados al indefenso bebé y listo. Que te llames Porfirio o Saturnino, no importaba a nadie más que al chico, quien luego afirmaba que su nombre era Satuco y punto. Yo me libré por poco de algo parecido,... + Leer noticia completa
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