Es el hospicio, el viejo hospicio provinciano, el caserón ruinoso de ennegrecidas tejas en donde los vencejos anidan en verano y graznan en las noches de invierno las cornejas. Con su frontón al Norte, entre los dos torreones de antigua fortaleza, el sórdido edificio de grietados muros y sucios paredones, es un rincón de sombra eterna. ¡El viejo hospicio! Mientras el sol de enero su débil luz envía, su triste luz velada sobre los campos... + Leer noticia completa
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