Esta semana mis vecinas se han puesto más ruidosas que nunca. Desde el lunes han golpeado cacerolas, cantado estribillos, reventado petardos. No tienen ventanas que den a la calle, pero a través de las redes han hecho saber el motivo de su protesta: hace mucho que no hay justicia en el sistema carcelario. Pero ahora, además, nos han quitado también la igualdad. Vivir cerca de la cárcel de mujeres no es tan malo como suena. El edificio es... + Leer noticia completa
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