En las democracias inestables se vive visible ansiedad por encontrar héroes que conduzcan la nación. La ciudadanía desconfía de sus prójimos, los encuentra semejantes a ella misma. Piensa, en intimidad, que gobernar es cosa de dioses, no de hombrecitos. De semidioses, no de vecinos. Como nunca los encuentra, sufraga sin convicción. Por él, por ella, por nadie, repitiendo con hondo desánimo que se trata de una obligación. Descree de la... + Leer noticia completa
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