Bien venga, cuando viniere, la Muerte: su helada mano bendeciré si hiere He de morir como muere un caballero cristiano. Humilde, sin murmurar, ¡oh Muerte!, me he de inclinar cuando tu golpe me venza; ¡pero déjame besar, mientras expiro, su trenza! ¡La trenza que le corté y que, piadoso guardé (impregnada todavía del sudor de su agonía) la tarde en que se me fue! Su noble trenza de oro: amuleto ante quien oro, ídolo de locas... + Leer noticia completa
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