Hay demasiados agricultores bombeando por todas partes, se queja Raúl Atilano. Este octogenario residente de Corcoran, la autoproclamada capital agrícola de California, se esfuerza por dar sentido a un extraño fenómeno: su ciudad se hunde, cada vez más, en el suelo. Un flujo constante de camiones que transportan tomates, alfalfa o algodón a las afueras de esta ciudad de 20.000 habitantes muestra lo inextricablemente ligado que está el... + Leer noticia completa
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