Muertes lentas y dolorosas o enfermedades discapacitantes, todas evitables, amenazan diaria y gratuitamente a los bolivianos. Responden a una serie de prácticas que las leyes y hasta el sentido común rechazan, pero se han vuelto tan acostumbradas como impunes. Para conjurarlas no hace falta demasiada ciencia, sino voluntad política e inversiones en infraestructura y controles. Pero, al parecer el país se ha resignado a vivir en un sostenido... + Leer noticia completa
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