En sus aguayos llevan más que sus abrigos o pequeñas raciones para pasar el día. Allí trasladan consigo sus historias personales y atesoran lo más preciado: a sus wawas, la continuidad de su esencia y su sangre. Ellas madrugan. Programan el despertador antes de que asome el primer rayo de sol y se entregan a la lucha cotidiana, pues el tiempo es dinero, y el dinero, comida para la casa. No importa que el frío cale los huesos o el calor sea... + Leer noticia completa
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