Tanzan y Ekido iban un día por un camino embarrado. Caía una fuerte lluvia. Al llegar a un recodo, se encontraron a una joven encantadora con kimono y faja de seda, que no podía atravesar el cruce. “Vamos, muchacha”, dijo Tanzan enseguida, y alzándola en brazos la pasó. Ekido no volvió a hablar hasta la noche, cuando llegaron a alojarse en un templo. Entonces no pudo contenerse más. “Nosotros los monjes, no debemos acercarnos a las... + Leer noticia completa
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