La llamada ley áurea, presente en todas las religiones y caminos espirituales, dice: ama al prójimo como a ti mismo, o dicho de otra manera: “no hagas a los demás lo que no quieres que te hagan a ti”. El cristianismo incorpora esa ética mínima, y así se inscribe dentro de esta tradición ancestral. Sin embargo, borra todos los límites del amor para que sea realmente universal e incondicional. Afirma: “amad a vuestros enemigos y orad... + Leer noticia completa
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