La noche danesa se cubrió de luces, las estrellas brillaron como nunca y las bengalas y fuegos de artificio surcaban el aire. Todo adquirió un tono festivo. Jóvenes, niños, abuelos, hasta circunspectos matrimonios, tal vez él ingeniero y ella profesora, salieron a las plazas a sumarse a ese inopinado pero maravilloso festejo nacional. La bandera de Dinamarca había flameado en lo alto del estadio Ullevi, en Gotemburgo, en señal de triunfo.... + Leer noticia completa
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