Marco Fernández Ríos / Coroico Metros abajo, en la profundidad de la calurosa tierra coroiqueña, está la Garganta del diablo , un cañón estrecho que hay que atravesar para seguir avanzando. Ante él es difícil no sentir miedo, más aún cuando el guía hace un nudo de cuerda en el mosquetón que sujeta el arnés, del que penderá todo mi cuerpo. El dedo pulgar levantado es la confirmación de que ha llegado el momento de bajar a... + Leer noticia completa
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