El cuerpo ladeado hacia un costado acompañaba a la ondulación del río. La espalda descubierta, ancha y blanca se mecía al sol entre la palizada. El bombero voluntario Gabriel Amador, de 21 años, no se sentía realmente contento, pero esa fue la primera palabra que vino a su mente cuando vio al cuerpo flotar desde la barranca de enfrente, en la ciudad de Aguas Blancas, Argentina. Allí todo era inmenso. El enorme cielo sin nubes, el monte... + Leer noticia completa
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