Tumbado de costado en una cama, con el rostro oculto por una máscara de oxígeno que apenas deja ver sus ojos húmedos, Hussein al Hajj insiste: quiere hablar. Pero ¿para decir qué? Que la vacuna es necesaria musita, entre la vida y la muerte, en un servicio de cuidados intensivos de Gaza. Alrededor de Hussein, en medio del destello de las pantallas, se eleva el incesante “bip-bip” de las máquinas que miden su saturación en oxígeno,... + Leer noticia completa
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