Hubo un tiempo, y aún queda algo de aquel, cuando en Tarija confluían muchas más alegrías que penas. En el fértil y prolífico valle, la vida social se había consolidado armoniosa y apacible a diferencia de lo que pasaba en otras regiones de Bolivia. Se cuenta que los campesinos, cuando salían hacia otras tierras y les preguntaban por su procedencia, respondían: “Diandi es lindu di ahy soy yo”. Así lo recuerdan tanto testigos como... + Leer noticia completa
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