En mis primeros años de universidad fui un vehemente admirador y defensor de la Revolución Nacional de 1952 y del partido político que la condujo. Lo seguí siendo más o menos hasta 2017, año en que presenté mi libro biográfico sobre Guillermo Bedregal (Guillermo Bedregal: Retrato de un hombre público). Pero pasaron los años y ese fanatismo ciego, muy propio de la juventud, se aplacó drásticamente y me fui dando cuenta de que no... + Leer noticia completa
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