Antes que nada, debo decir que de niño era muy ocurrente e influenciable. Cada vez que alguna idea se proponía yo siempre me ofrecía para ponerla en práctica, desde esconder la mochila del compañero hasta esconderle las escobas al portero o las llaves al profesor, un pequeño terrorista en potencia. Pero allá por los años 80 el terror provenía de otros lugares, de la incertidumbre de saber si al día siguiente habría pan sobre la mesa o... + Leer noticia completa
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