“Que ya viene Guillermo, que ya viene Guillermo”, grita un joven tras el volante de una gigantesca todoterreno. Sonia y Cristina Velázquez, madre e hija, ondean una bandera azul y blanca. Acaba de caer un chaparrón y las mujeres apenas han logrado refugiarse bajo la marquesina de una tienda. Llevan una hora en ese esquina del casco histórico de Quito, a dos calles del Palacio de Carondelet, la sede del Gobierno de Ecuador, y a cuatro del... + Leer noticia completa
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