Dijiste la palabra que enamora a mis oídos. Ya olvidaste. Bueno. Duerme tranquilo. Debe estar sereno y hermoso el rostro tuyo a toda hora. Cuando encanta la boca seductora debe ser fresca, su decir ameno; para tu oficio de amador no es bueno el rostro ardido del que mucho llora. Te reclaman destinos más gloriosos que el de llevar, entre los negros pozos de las ojeras, la mirada en duelo. ¡Cubre de bellas víctimas el suelo! más... + Leer noticia completa
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