Asistimos perplejos la muerte súbita de la moral pública, de la honestidad política, de la imagen respetada y de todas las formas en que, hasta no hace mucho, los humanos reconocíamos los signos de la certeza, las señas de que algo o alguien infundían confianza. Asistimos el imperio de la postverdad. Bajo el denominativo de postverdad, lo único que encontramos es el límite inferior de la degradación humana. Se ha envilecido de tal forma... + Leer noticia completa
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