Las obsesiones son enfermizas, sean éstas colectivas o individuales, y llevan a actos ridículos, y a veces a cosas peores: un buen ejemplo es el de Juana de Castilla trajinando con el cadáver de su marido por media España, o el de Carlota de México, que durante casi sesenta años se negó a entender que había perdido a su marido y a su imperio, y dicen que engordó enormemente. La obsesión por el mar que nos hemos preocupado por... + Leer noticia completa
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