En un cajón parecido a un depósito de municiones, en la provincia siria de Idlib, el pequeño Malek apila obuses de mortero neutralizados que su familia ha aprendido a desmantelar para vender el hierro y poder vivir. “Estas herramientas de muerte y crimen utilizadas para bombardear a la población se han convertido en un medio de subsistencia”, asegura a la AFP Hasán Jouneid, el padre del niño de nueve años. El padre de Malek gestiona... + Leer noticia completa
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