Mientras escribo estas líneas se repite la triste escena. La madre grita al niño para que presurosamente haga la tarea. No sólo le grita, le insulta. El sonido de golpes secos, golpes repetitivos, rompen el tenso silencio. No puedo ocultar que algo en mí, mi carne, mi cuerpo sentido, se estremece y se anuda la garganta. La memoria es carnal, lo demuestran las magdalenas de Proust y el refrescante recuerdo de aquel Buendía frente al pelotón... + Leer noticia completa
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