Este año el Ekeko no vino. Y si lo hizo fue de forma clandestina: pequeños puestos dispersos por la ciudad, sin ruido ni nueces. Por mi zona no se instalaron yatiris; eran las propias vendedoras las que bendecían las miniaturas sin mucho rito pero con la mejor de las intenciones. Claro, se entiende: había que evitar las aglomeraciones. Y con ese fin la ciudad sacrificó su fiesta más significativa e interesante. La Alasita es la fiesta de... + Leer noticia completa
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