Hasta ahora nuestra política exterior se asemeja mucho al camaleón; es lenta en su formulación y pesada en su acción. Además, se cambia de política según la intensidad de las excitaciones a las que nuestro accionar externo está sometido. Pocas veces tomamos la iniciativa, siempre reaccionamos, es decir que, al no tener estrategias, siempre dependemos de lo que haga el otro. Cada presidente, canciller, improvisado o no, y hasta el más... + Leer noticia completa
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