Estamos rodeados de muerte, y todas las muertes duelen. Algunas nos duelen de lejos, por empatía humana, porque aun sin conocer a quien falleció entendemos que lo amaban. Otras nos duelen en la mente, porque sabemos que quien se fue era enorme. Como El Mallku, que no necesita nombre ni apellido porque es pura palabra y puro desafío. Muchos nunca compartimos con él un café, una charla, ni siquiera una mirada. Pero sentimos su muerte como un... + Leer noticia completa
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