La pandemia del coronavirus fue la excusa perfecta para imponer los peores males en nuestra sociedad: el aborto, la censura internauta, el fraude electoral, etc. Pero también lo fue para imponer males espirituales, cuyo peligro quizá pocos perciben, como el recibir la Eucaristía en la mano. A simple vista, ¿parece lógico, no? Después de todo, si los fieles comulgan en la boca, transmiten el coronavirus a la mano del sacerdote y de ahí a... + Leer noticia completa
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