Hace casi 20 años me tocó caminar por la península de Copacabana. No fui en peregrinaje a honrar a la famosa advocación lacustre de la Virgen María, y de hecho, contrariamente, a lo que hacen miles de peregrinos cada año, comencé mi ruta en el Santuario y caminé hasta Tiquina. No fue un acto de apostasía, fue algo mucho más peregrino, estaba en Copacabana, debía volver siquiera a Huatajata, y todo estaba bloqueado. Era el segundo día... + Leer noticia completa
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