Al borde de echarme de panza y abandonar por unas semanas esta columna, resolví no abrumar hoy a mis cuatro lectores. Ya resisten bastante la gastritis política crónica de augurios, ceños y gestos estudiados para impresionar a la posteridad. Al grado que, en vez de segundo aguinaldo, vendría bien un decreto de producción anual forzosa de unos gramitos de realismo y humildad en la arena pública, prohibiendo el abundante autoelogio. En esa... + Leer noticia completa
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