Nadie piensa en las empleadas. Muchas casas ni siquiera funcionan sin ellas. Miles de adultos no saben comer ni vestirse sin su ayuda. Y con frecuencia, la crianza de los niños depende más de ellas que de sus padres. Pero la convención social impone hasta cierto punto ignorarlas, como a los mendigos. Los invitados felicitan a sus anfitriones por la casa que no han ordenado o la cena que no han cocinado. A las empleadas, se tiende a notarlas... + Leer noticia completa
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