TEXTO: BBC New Mundo
Pese a que el presidente de Estados Unidos, Donald Trump, dice estar convencido de que los que anunció la semana pasada provocarán “históricos resultados” que harán a su país “rico de nuevo”, la mayoría de los economistas consideran estos aranceles un obstáculo para el progreso.
Trump ha establecido aranceles masivos y los ha convertido en una de las banderas de su segundo mandato.
Pero la mayoría de expertos señalan que resultarán perjudiciales y que los principales damnificados serán probablemente los consumidores y compañías estadounidenses.
¿Qué son los aranceles y qué dicen sus partidarios?
Los aranceles son impuestos a las importaciones que se pagan en la aduana por los importadores.
Por ejemplo, si una empresa estadounidense quiere importar madera por un valor de US$100 y el gobierno estadounidense ha impuesto un arancel del 10% al país de procedencia, tendrá que pagar US$110.
Durante décadas, los aranceles fueron el instrumento principal de la política económica proteccionista, aplicada en diferentes países por gobiernos que buscaban proteger a la industria local de la competencia exterior.
Los partidarios del proteccionismo creían que la imposición de aranceles favorecería el desarrollo de la industria local, a la que consideraban clave para el desarrollo y veían ahogada por la afluencia de mercaderías extranjeras.
Es la misma visión aparentemente abrazada más de dos siglos después por Trump, que aboga por que los autos de Estados Unidos se fabriquen en factorías en el país y cree que los ingresos por los aranceles compensarán los costes de la gran rebaja de impuestos que ha prometido.
¿Qué dicen los economistas de hoy sobre los aranceles?
Pero desde hace décadas impera el criterio de que los aranceles hacen más mal que bien.
En palabras de Erika York, analista de la Tax Foundation, un centro de análisis de Estados Unidos, “barreras al comercio como los aranceles han demostrado causar más daño económico que beneficio”.
“Elevan los previos, reducen la disponibilidad de bienes y servicios, lo que resulta en suma en menores ingresos, reducción del empleo y una menor producción”.
La principal preocupación en el contexto actual es que los aranceles tengan como primer efecto un aumento de los precios, precisamente cuando Estados Unidos y el mundo comenzaban a superar la ola inflacionista de los últimos años.
Los aranceles impactan en los márgenes de beneficio de fabricantes e importadores, lo que en muchos casos repercutirá en el precio final, contribuyendo a una potencial caída del consumo y, en consecuencia, del crecimiento económico.
“Cuando un producto es más caro para una compañía, se lo venderá más caro al consumidor, así que el consumidor va a tener que o pagar más o decidir no comprarlo, lo que resultará en una ralentización de la economía”, explica Şebnem Kalemli-Özcan, profesora de economía de la Universidad de Brown.
Por eso, el presidente de la Reserva Federal estadounidense, Jerome Powell, advirtió que los aranceles de Trump implican “riesgos elevados de un mayor desempleo y una mayor inflación”.
Los expertos también cuestionan la obsesión de ver la balanza de pagos como indicador de prosperidad de un país.
Trump insiste en que el déficit comercial que muestra la estadounidense es la prueba de que el resto del mundo lleva años abusando de su país.
Pero en realidad la balanza de pagos no es más que un indicador que mide el flujo de bienes y servicios, y el capital, lo que refleja los flujos financieros pero no necesariamente la salud del comercio y la economía.
Un ejemplo sencillo usado por York ilustra bien porque fijarse solo en la balanza de pagos puede llevar a engaño.
Imaginemos que una compañía estadounidense envía un flete valorado en US$100 millones a Francia. Al partir, se registraría esa cantidad como déficit para Estados Unidos. Si tras vender todas sus mercancías allí, ese mismo buque regresa de Francia.