Mundo, 14 de feb 2025 (ATB Digital).- La tragedia de Chernóbil parecía haber quedado anclada en la memoria como un recordatorio del peligro atómico. Sin embargo, la noche del jueves, un nuevo episodio sacudió este escenario: un dron ruso con una carga explosiva impactó directamente en la cúpula que protege los restos del reactor 4 de la central nuclear de Chernóbil, según denunció el presidente ucraniano Volodímir Zelenski.
Aunque las autoridades han asegurado que los niveles de radiación permanecen estables, la magnitud del daño es preocupante.
Fran Ramírez, ingeniero nuclear e instructor de operación nuclear
El ataque, que tuvo lugar poco antes de las 2 a. m. hora local, fue confirmado por el Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), cuyos observadores en el sitio escucharon la explosión y vieron cómo el impacto provocó un incendio en la estructura del Nuevo Confinamiento Seguro (NSC, por sus siglas en inglés). Las llamas fueron sofocadas rápidamente, pero el temor a una catástrofe radiactiva ha vuelto a surgir.
Este ataque no es un hecho aislado. Forma parte de una serie de ofensivas rusas contra la infraestructura crítica de Ucrania, con un saldo de 133 drones lanzados en una sola noche. El ejército ucraniano logró derribar 73 de ellos, pero 58 alcanzaron sus objetivos, afectando 11 regiones del país. Rusia, que ya ha ocupado la planta de Zaporiyia –la central nuclear más grande de Europa–, ahora ataca sin miramientos un sitio cuyo daño podría traer consecuencias incalculables para el continente.
Un escudo contra el desastre: la historia del Nuevo Confinamiento Seguro
Han pasado casi cuatro décadas desde la noche en que la central nuclear de Chernóbil se convirtió en el epicentro de un desastre sin precedentes. Aquella explosión cambió la historia, dejando una cicatriz imborrable en la memoria del mundo. Ahora, en medio de una guerra sin cuartel, el fantasma de la radiación vuelve a acechar.
El reactor número 4 de Chernóbil explotó en la madrugada del 26 de abril de 1986, liberando una nube de material radiactivo que se extendió por gran parte de Europa. La magnitud del desastre obligó a las autoridades soviéticas a construir a toda prisa un sarcófago de hormigón y acero para contener la radiación, pero con el paso de los años, su estructura comenzó a deteriorarse, incrementando el riesgo de fugas.
En respuesta, así nació el proyecto del Nuevo Confinamiento Seguro (NSC, por sus siglas en inglés), una colosal estructura de acero concebida para encapsular por completo el antiguo sarcófago y evitar fugas radiactivas. Su construcción fue un esfuerzo conjunto entre Ucrania, la Unión Europea, Estados Unidos y otros países, con una inversión total de aproximadamente 1.500 millones de euros. Diseñada con tecnología de punta, esta cúpula de 108 metros de altura, 257 metros de ancho y 162 metros de largo fue ensamblada a un costado del reactor y luego trasladada sobre rieles hasta su posición final en 2016.
El NSC es mucho más que una simple cubierta: su diseño le permite soportar terremotos, tormentas extremas y otras amenazas naturales, garantizando una barrera de protección contra la radiación durante al menos 100 años. En su interior, alberga equipos robóticos destinados al desmontaje progresivo del reactor destruido y la gestión segura de los residuos nucleares. Esta obra maestra de la ingeniería fue concebida como el capítulo final de la catástrofe de Chernóbil, una solución definitiva para evitar nuevas filtraciones radiactivas.
Una amenaza sin precedentes para la seguridad nuclear
El ataque a Chernóbil marca un punto de inflexión en la guerra de Rusia contra Ucrania. No es la primera vez que una instalación nuclear se ve afectada por el conflicto, pero golpear una estructura diseñada específicamente para contener una de las peores catástrofes radiactivas de la historia eleva el riesgo a niveles alarmantes.
El destino de Chernóbil parecía sellado con la construcción del Nuevo Confinamiento Seguro. Su cúpula debía garantizar que la zona permaneciera contenida. Pero la guerra ha demostrado que la seguridad nunca es absoluta. Y mientras el conflicto siga escalando, el peligro de una nueva catástrofe nuclear será una sombra imposible de ignorar.
FUENTE: MEDIOS INTERNACIONALES