Todo parece indicar que estamos llegando al final de la disputa por el control de la sigla en el Movimiento al Socialismo (MAS), entre los dos bloques: el ala “radical” evista y el ala “renovadora” arcista.
El desenlace de esta pugna tiene su origen en el Referéndum del 21F, donde Morales fue rechazado por el voto popular para postular a un cuarto mandato. Este evento marcó un punto de inflexión: nunca más nada fue igual para Morales. Luego, en 2019, fue obligado a abandonar el poder abruptamente, lo que para alguien con el “síndrome de hubris” debió ser devastador. Ahora, Morales pierde el control de la sigla del MAS, el partido que manejó a su antojo por más de un cuarto de siglo.
Con el reconocimiento del Tribunal Supremo Electoral (TSE) a Grover García como presidente del MAS, Morales pierde la propiedad del instrumento político que creó para intervenir directamente en los asuntos del Estado. Este partido, bajo su liderazgo, se convirtió en el más grande de la historia de Bolivia, superando incluso al Movimiento Nacionalista Revolucionario (MNR). Morales eliminó a los disidentes y prorrogó su liderazgo de forma indefinida, desoyendo acuerdos internos de alternancia entre aimaras, quechuas y dirigentes de tierras bajas.
Sin embargo, un fallo del Tribunal Constitucional Plurinacional (TCP) y su cumplimiento por parte del TSE obligan al MAS a la alternancia. Ahora, un quechua reemplaza a un aimara en la presidencia del partido, algo que refleja las ironías de la política. Hasta hace poco, Morales amenazaba con imponerse “a las buenas o a las malas” como único candidato del MAS. Ahora, resignado, debe aceptar la Resolución del TSE, aunque sigue manteniendo la esperanza de ser candidato por otra sigla, calificando al MAS como algo “secundario”.
La guerra interna en el MAS tuvo varias batallas importantes: el Congreso de Lauca Ñ, el cabildo de El Alto, el Congreso arcista, la marcha “para salvar Bolivia” y los 21 días de bloqueo. En todas estas confrontaciones, el ala evista resultó derrotada. La Sala Cuarta del Tribunal Constitucional puso fin a la disputa al reconocer las decisiones del congreso arcista y desconocer a Morales como presidente del MAS-IPSP.
En términos de correlación de fuerzas, el resultado era previsible. Según Julien Freund, quien posee más recursos de poder tiene mayores probabilidades de vencer. El bloque arcista controló el aparato estatal, repartió espacios y recursos para mantener la fidelidad de movimientos sociales y sindicatos, y tuvo a su favor al TCP y al TSE. Morales, en cambio, solo contaba con las calles y la convulsión social.
Las últimas cartas del evismo, la marcha y el bloqueo, fracasaron rotundamente. Estos instrumentos de lucha quedaron desgastados, y ahora será muy difícil organizar movilizaciones exitosas. Morales perdió en el Referéndum de 2016, renunció a la presidencia en 2019, dejó de ser el único líder indiscutible y, finalmente, perdió el control del MAS.
Aún queda una última batalla: su inhabilitación definitiva como candidato. Se espera que el TCP y el TSE decidan esta cuestión tres meses antes de las elecciones, cerrando el ciclo de declive político de Evo Morales.
*El autor es profesor de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Mayor de San Simón.