Luis Arce tiene razón en refugiarse en su ridícula cátedra de economía que impartió hace unos días. Es el único espacio donde puede escapar, aunque sea momentáneamente, de los incendios que lo rodean por todas partes. En ese escenario se siente seguro, se cree inteligente y experto, nadie lo interrumpe y puede repetir la desgastada narrativa que ha mantenido desde que era ministro. En ese entonces, aseguraba que Bolivia estaba blindada contra la crisis que azotaba la región. Hoy, con el país en llamas, se enfrenta a la realidad que él mismo negó, aunque su respuesta ha sido buscar refugio en cualquier otro lugar menos en la acción.
Tal ha sido su indiferencia que, en tres meses de incendios arrasando la Chiquitanía y otras regiones del país, no ha tenido la decencia de visitar las zonas afectadas y ni siquiera se ha referido al desastre. Sólo cuando el humo llegó a La Paz y las críticas por su insensibilidad se multiplicaron, decidió reaccionar. Pero lo hizo de la manera más superficial posible: apareciendo en una foto, como si eso fuera suficiente para aplacar la indignación.
Arce no sólo está acosado por el fuego de los bosques, sino por otros incendios que lo mantienen irritado, hecho que se evidencia en la pérdida de la compostura que ha estado manifestando en estos cuatro años de mandato. Cada vez son más frecuentes los actos de represión a los grupos de manifestantes que le reclaman acciones contra la crisis y que le hacen reproches, como pasa con los indígenas “Ponchos Rojos” que le han pedido su renuncia y han anunciado bloqueos en La Paz.
El "incendio" en el Congreso no es menor. Arce no encuentra cómo destrabar el boicot de los parlamentarios leales a Evo Morales, quien parece dispuesto a quemarlo hasta sacarlo del poder. Las críticas de Morales son cada vez más contundentes y, aunque diga incongruencias, cada vez le creen más. Para empeorar las cosas, los parlamentarios afines al cocalero han anunciado que no aprobarán los créditos que el gobierno desesperadamente necesita para seguir funcionando. Sin fondos, sin una visión clara y sin un plan concreto, la situación es insostenible. La narrativa de que Bolivia tiene la inflación más baja del continente ya no sirve. Ahora estamos al final de la lista, acompañados de Argentina y Venezuela. En agosto, la inflación pegó un salto y la tendencia es clara: empeorar.
Arce no solo ha perdido el apoyo popular, sino que incluso las instituciones que deberían estar bajo su mando le dan la espalda. Tanto el Tribunal Supremo Electoral como el Tribunal Constitucional le han tumbado el referéndum con el que intentaba desviar la atención de sus problemas, mientras que la manipulación del censo no ha hecho más que enfurecer más a los cruceños, un sentimiento que seguramente se hará sentir en las elecciones de 2025, su mayor preocupación.
Ese es su problema en realidad. El mandatario está como caballo cochero, con la mirada puesta únicamente en su candidatura. No ve hacia los lados y ni siquiera al frente, donde tiene un campo minado que él mismo ha sembrado de obstáculos que explotan todos los días en sus pies.
El mandatario está como caballo cochero, con la mirada puesta únicamente en su candidatura. No ve hacia los lados y ni siquiera al frente, donde tiene un campo minado que él mismo ha sembrado de obstáculos que explotan todos los días en sus pies.