martes, abril 1, 2025
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De la dictadura a la democracia

El caballero cadete Guido Vildoso Calderón, a tiempo de egresar del Colegio Militar, templo del civismo boliviano, había recibido el sable de oficial, de manos del doctor Hernán Siles Zuazo (1). Aquel militar, que lograría escalar la Presidencia de la República, en un acto de desprendimiento y profunda significación democrática, hizo entrega del Poder al líder de origen populista, el 10 de octubre de 1982. Parece que fuera una actitud de retribución. Pero que marcaría la transición pacífica de la dictadura a la democracia.
Ello da a entender, a todas luces, el retorno del sistema de libertades, por el que tanto bregó la ciudadanía, en duras jornadas de lucha contra el autoritarismo. Ese que, pese a las manipulaciones de que es objeto, marca aún la cancha, para las lides político – ideológicas. Entonces el país había superado una de sus etapas más funestas. Se inscribió en el concierto de las naciones que honraban las libertades, no solo en la región, sino en el mundo.
“Estamos acá para reiterar que nunca descenderemos a cobrar agravios, siguiendo el ejemplo del pueblo que siempre es grande y generoso. Más que cobrar represalias está interesado en construir la Patria por la que murieron nuestros mártires”, expresó, cuando tomaba las riendas del gobierno, Siles Zuazo.
“Estamos trabajando por la democracia, que es causa común de la humanidad, y más estamos extendiendo las fronteras de la democracia hacia el sur, en el avance incontenible de la libertad y de los derechos humanos, para todos los pueblos de la tierra”, subrayó.
“Han pasado casi tres años desde que asumimos ante la Patria el compromiso de preservar, por sobre todas las dificultades, la vigencia plena de libertades y derechos largamente atropellados y esforzadamente reconquistados. Han sido tres años difíciles e ingratos”, indicó, al abandonar el gobierno, el presidente Siles.
A estas alturas de la historia, podemos afirmar, con certeza, que en 40 años de democracia, hubo hechos políticos deleznables, de corte dictatorial, motivados por intereses particulares. El que se haya restringido las libertades, atenta contra la praxis democrática. El encarcelamiento, de quienes piensan diferente, deteriora su imagen. El revanchismo es una actitud cobarde. Los excesos, que conllevan represión e inclusive torturas, rememoran la dictadura. La persecución, propia de los regímenes de fuerza, es una de las manifestaciones de retroceso. La amenaza, que se practicó en los gobiernos espurios, siempre tiende a intimidar a los adversarios y valientes gladiadores por la democracia. Faltaría que alguien surja y conmine, a la población civil, preocupada, hoy, por sobrevivir, en tiempos adversos, a “caminar con el testamento bajo el brazo”. Tal como lo hizo, un siniestro ministro de Estado.
En suma: es imperioso retornar a los cauces primigenios de la democracia, que nos legaron, luego de arduas batallas, nuestros mayores.

(1) Fernando Salazar Paredes: “La democracia tiene un nombre”, página 24. Editado el año 1996, en La Paz – Bolivia. Autor, además, de “Política exterior boliviana”, “Política exterior, relaciones internacionales y constitución” y otros libros.

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